Caminando por el
Boulevard, esa gran avenida dividida en dos anchas vías, diseñadas entre una
explosión de petunias azules y margaritas blancas, Ismael miró su reloj y supo
que todavía había tiempo. El glamour del lugar, aceleró su ímpetu de
retroceder. Las luces se proyectaban tras las amplias vidrieras que alcanzaban la acera misma y dibujaban formas
entre las copas de los frondosos árboles. Sofrenó sus deseos de volverse sobre
sus pasos y, un poco nervioso, decidió que entraría igualmente. Las Galerías de
Arte, no eran de su total agrado y nunca había podido explicarse la razón, ya
que sus dotes de escritor en ciernes,
deberían ser compatibles con aquéllas. “Tal vez, no” pensó, pero las tendencias
insinuaban que estaba equivocado. Los
artistas se reúnen en sus propias áreas y se mezclan en las ajenas, porque todo
es expresión del Arte. En la ocasión, haber asistido resultaría la mejor
opción, desde cualquier esquina de su vida que lo mirase. Se había marchado de
la oficina, apesadumbrado. La oquedad de su pensamiento depositado en esa
relación enfermiza a la que le costaba poner término, le exigió oxigenar sus
venas para darse cuenta que aún su sangre corría por ellas. Un certero golpe dejó su confianza aniquilada
y en tinieblas, al amor que sintió por Silvia. No había podido superar sus
celos ante el repetido coqueteo de ella, nada menos que con persona tan
conocida por ambos. No obstante, siempre había triunfado su disimulo. Tampoco
la dejó, aunque el vínculo estaba más
que endeble, pendiendo sólo de su última palabra. Mientras discurrían sus
indeseados pensamientos, recordó que la invitación provenía de su compañera del
taller literario, el segundo que compartían. Si la hubiese tenido que bautizar,
le hubiese puesto por nombre: “Elegía” Así era ella, pero no estaba en el
Olimpo. Era un ser sufriente y a él no le importaba. Disfrutaba de sus
comentarios sobre lo aprendido en cada clase, a pesar de que no veía en ella
grandes cualidades literarias. Muchas noches pensó en los ojos oscuros y el
porte latino de la mujer, cuando la traía a su vigilia para sepultar la imagen
de aquella otra que trataba de arrancar de su existencia. Un excéntrico
asistente entabló conversación con él y le acercó una copa de vino espumante.
“Antes le llamábamos, champagne,” se dijo asimismo con dejo de consternación.
En segundos zafó de su interlocutor y buscó a su amiga, moviéndose entre gente
que utilizaba un lenguaje desacostumbrado para sus oídos. Exponía Tianne Goite.
No la conocía. Se detuvo frente a una de sus obras y se quedó observándola,
luego observó otra y otra, para terminar regresando a la primera pintura. Un
óleo, que a partir de bocanadas púrpuras y naranjas, marcaba un zigzagueante
sendero en cuyo aparente final amanecía una luz dorada. Sencillamente lo
atrajo.
“Es muy hábil en el
ámbito de esta técnica pictórica”
escuchó decir a sus espaldas. “Además de artista consumada, también se
dedica a restaurar cuadros al óleo” fue el segundo comentario. Casi con recelo,
Ismael se volvió y preguntó a la señora mayor que contemplaba y comentaba la
obra:
_ Disculpe mi
atrevimiento y mi escaso conocimiento ¿La pintura al óleo se caracteriza porque
emplea aceite para disolver los colores, verdad?
_ Efectivamente joven,
y ha sido la más importante técnica pictórica desde el siglo XV hasta nuestros
días, si bien algunos autores afirman que fue utilizada, también en la
antigüedad, respondió con satisfacción la mujer.
_Qué interesante,
repuso Ismael, y se apresuró a aclarar
que no tenía información al respecto y que había recalado en la Exposición
cumpliendo con la invitación de una amiga. Estimulada su interlocutora con la
confesión del joven se apresuró a informarlo sobre los pintores flamencos y su
tremendo trabajo desarrollado entre los siglos XV y XVI, época en la que se
dedicaron a consolidar y difundir la técnica a través de sus obras. “La pintura
al óleo, si bien exige un gran dominio y una gran experiencia, proporciona al
artista un resultado maravilloso, una representación inmediata y fresca”,
terminó con vehemencia la mujer.
Agradeció con cortesía
y liberó a la visitante de su ignorancia. Continuó dando vueltas por el salón
en busca de su amiga. No la veía y comenzó a preocuparse. Se detuvo frente a
otra de las obras expuestas, pero esta vez, con un brillo distinto,
resplandeciente. Si le hubiesen pedido opinión seguramente elegiría el primer
cuadro, es decir la pintura al óleo. No lo motivaba tanto refulgere.
La mujer de las
explicaciones, ubicada en un ángulo del primer salón, lo vio un poco
desorientado y suponiendo que no entendía aquel acrílico, se acercó y con
cierta confianza y amabilidad, le preguntó:
_ ¿Le gusta este
acrílico?
_ No me conmueve tanto.
¿Es otra técnica distinta, verdad? respondió, rindiéndose ante la sabiduría de
su interlocutora.
_ Efectivamente, como
sabemos, la pintura al óleo emplea como medio el aceite. En cambio, cuando el
material usado es sintético (viene en tubos, igualmente que los óleos), se
diluye en agua, y la viscosidad que adquiere, puede ser de consistencia similar
a la del óleo. Muchos artistas actuales prefieren la pintura acrílica
principalmente por su modernidad e innovación, con sus ventajas y desventajas,
(su secado rápido, por ejemplo). Se podría decir, joven que el acrílico es el
sustituto moderno del óleo, concluyó la experta, rematando con un ¿Satisfecho?
_ Totalmente, Señora.
Hoy he aprendido muchas cosas, entre ellas he captado los sentimientos del
autor impresos en su obra. Me ha gustado más el óleo. Ha sido Ud. muy amable y
con una reverencia en desuso, se retiró del lugar, dejando a la mujer
degustando unos bocadillos que se veían muy sabrosos.
Nuevamente se detuvo en
la colección expuesta, eligiendo una segunda obra que le había sugerido un
estado espiritual de paz, necesario en esos momentos de su vida. No pensó más y
se zambulló en la marea azul peltre del cuadro. Desilusionado, por la ausencia
de su amiga, aunque no incómodo, se disponía a dar su última ronda antes de
retirarse, cuando un amontonamiento efervescente de personas frente a la
primera obra que lo había impactado,
atrapó su atención.
Allá vio correr a
varias muchachas e incluso a la Señora
mayor de las explicaciones.
La pintora Tianne Goite
acababa de ingresar al salón en medio de algunos flashes y de la algarabía de la gente. No podía
distinguirla dentro del círculo apretado que la encerraba, pero en cambio
divisó los ojos marrones oscuros de su compañera que también estaba contenida
en el tumulto. Se dirigió hacia ella y con una sonrisa a flor de piel la
alcanzó y la abrazó. Nunca lo había hecho antes, pero esta vez, se sintió feliz
al verla, se sintió acompañado. Sorprendida, Tianne Goite, también lo abrazó,
largamente, ante la mirada atónita de su profesora, que no alcanzaba a entender
nada. . .
2012
No solo este breve y hermoso cuento nos enseña sobre pinturas, a quienes poco y nada sabemos de arte, sino que relata una tierna historia de amor con la participación "metiche", aunque totalmente verosímil, del tercero ajeno y vinculante el mismo tiempo.
ResponderEliminar¡Felicitaciones!
Gracias Mario por leer mis cuentos.
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