Leyenda


Dicen en aquel pueblo misionero que, en noches claras, iluminadas por la luz de la luna, suele verse desde el viejo muro de la costanera, la silueta de una mujer con su vestido blanco sumergida en las aguas del ancho río marrón. . .

 

Perdida en el balanceo de las pequeñas olas que rebotan en la costa bermeja, la joven esperaba a aquella canoa humilde y de pura madera de timbó, pintada con el color del cielo que nunca regresaría. Ésa, donde tantas veces junto a su amado y a la luz de los últimos rayos del sol, recogieran la red y los espineles plateados, rebosantes de tanto pescado.

El tiempo se repitió en amaneceres y atardeceres de esperanza, y la soledad comenzó su proceso. Se pasó la vida sin él, sin su canoa, culpando al río y a la mala suerte hasta la locura.

En el embarcadero, siempre se habló de la extraña ausencia del hombre y de la mujer de ojos oscuros que deambulaba por la zona costera, siempre con su vestido blanco y ajado. Más se murmuró aún, cuando una tarde, la vieron arrojarse y desaparecer en las mismas aguas que durante años contempló.

 

Así, la razón había perdido la batalla. La fantasía, en cambio, se había impuesto en la partida, ganando un lugar seguro en la creencia lugareña.

2018


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Alimento del alma

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Del pintor italiano, Charles Edward Perugini (1839-1918)