Recorriendo el largo pasillo de aquel modernizado hospital, poblado de
gente que pululaba por curación, en un claro, dentro de tanto movimiento de
profesionales y enfermos, la vi. Estaba parada, de espaldas y sola. Su pelo parecía
muy corto pues no se asomaba del pañuelo con el que envolvía su cabeza; su
figura desgarbada. Llevaba un vestido largo de color gris, con mangas también
largas. Me acerqué hasta el ventanal por donde la mujer parecía mirar y
quise hablarle; mis palabras se ahogaron en la sorpresa de su inesperado
giro. Sus ojos oscuros, sin brillo, enmarcados en ojeras color borgoña me
miraron con tristeza, como alertándome: “Vete, te puedo contagiar”
2013
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ResponderEliminarI love all the pοints you've made.
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De esas miradas de tristeza se tienen todos los días en los pasillos
ResponderEliminarde un hospital, pero poco nos acercamos a ver todo eso
estar ahi es darnos cuenta de la precariedad de nuestra naturaleza
y de que la gran mayoría pasaremos esas etapa de la vida cuando nuestro sistema al fin se malogra...y a veces eso es irreversible...
te dejo mi abrazo grande!
¡Ya lo creo, amiga! Lo he vivido todo el año con mi madre. Gracias por tu presencia. Un fuerte abrazo.
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