Esa
mañana, como tantas, mientras tomabas el café humeante, te miraba. Yo estaba
del otro lado de la barra, secando tazas y pocillos de buena loza. De
tanto en tanto, alzaba la vista para contemplarte, para deleitarme en ver cómo
sorbías, cómo te rascabas la cabeza, tal vez por el calor de los radiadores o
retirabas tu bufanda gris del cuello. La calefacción estaba alta. Un cortado
fuerte con una medialuna me desplazó de la contemplación. La puerta vaivén con
gruesos herrajes de bronce adheridos a los vidrios fuertes de sus hojas, dejó
entrar el frío húmedo de junio. Me estremecí. Una mujer rubia, delgada y
esbelta entró, sentándose a tu lado. Abrió un maletín de cuero color tostado, colgó su
cartera en la silla e inició un monólogo que no te perturbó, al contrario, mientras ella hablaba, tú le regalabas la más hermosa expresión de
credulidad. Se levantaron y la tomaste por la cintura un poco desdibujada
por el grueso sacón que el invierno imponía. Ya en la acera humedecida por la
neblina matinal, la besaste y no pude ver más. Restregándome las manos dejé
encerrada mi fantasía en la máquina de café Express hasta el otro día.
2012
Lo había leído pero vale la pena releer.
ResponderEliminarabrazo.
Gracias por tu presencia Fiaris. Un abrazo
EliminarHola, Zunilda:
ResponderEliminarQué bonitos son los sueños de amores, amores platónicos llenos de fantasía. Mañana sera otro día.
Muchas gracias por visitarme y por tus generosos comentaros.
Un abrazo.
Gracias, Rafael. Un abrazo perfumado con aroma de lavandas frescas.
Eliminar¡A ver si tengo suerte con el comentario! Zuni me encanto este microrelato y tu inmenso poder de síntesis. Es estupendo. Un abrazo!!!
ResponderEliminarKummel: Gracias por estar, Gus. me alegra que estemos en contacto nuevamente. Un abrazo amigo y si puedes escríbeme para ver si ingreso al Directorio Arjo.
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