Pasó rápido, casi como una
estela en la noche clara, por eso la vio, como veces anteriores. Se sintió bien
y, se ovilló en la puerta del zaguán, aferrado a su botella de tinto que en ese entonces era su única
compañía. Meses más tarde, mientras recorría con su mirada ese cubículo blanco
en el que se encontraba, advirtió que esa bruma luminosa, quizás con
mayor rapidez que en otras ocasiones, pasó muy cerca de él. Sin embargo, ante su pregunta sobre "si la había visto también",
la enfermera le respondió: "No, pero no se preocupe Antonio, es el efecto
de los medicamentos". No le creyó, siguió pensando que su final estaba
cerca. Siempre fue un ángel.
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