Antonia estaba sola y
cabizbaja con un papel entre sus manos, el que aparentemente acababa de leer. Sus ojos oscuros y humedecidos por
lágrimas destiladas entre resignación y rabia, lanzaban un mensaje elocuente.
El placero la observaba desde un lugar, donde el cúmulo de arbustos le
aseguraba no ser visto, mientras regaba con una vieja manguera, las petunias recién plantadas. Ésa era su Plaza y todo lo que ocurría en
ella, era de su incumbencia: desde un banco que se rompía, o las
hortensias que se secaban o el pequeño que quedaba llorando en las
sendas embaldosadas, cuando caía de su bicicleta o patineta, hasta la historia
de amor más turbulenta o el chisme más sabroso que se gestara bajo sus sombras,
al amparo de hermosos ejemplares autóctonos.
Unos niños que jugaban
una competencia con sus bicicletas, casi aplastan a la mujer de mediana edad,
quien pudo esquivar el encontronazo, gracias a su agitada intervención que los
alertó a gritos. Sobresaltada por el superado incidente, supervisó el entorno
que la rodeaba con una abarcativa mirada sin detectar al Placero.
“¿Por qué, Dios, por
qué me pasa esto?” preguntaba, “No sabes lo que sufro por esta indeseada decisión” afirmaba a su invisible interlocutor.
Estiró su mano y
alcanzando su cartera de cuero negro, metió dentro de ella, el papel arrugado
cuyas letras leyera momentos antes. Sacó a la luz su celular de
avanzada tecnología y palpando su pantalla digital, escribió y escribió ante
los preocupados ojos de Fermín, el Placero. El estado de angustia en el que se
sumía la mujer que escribía y leía, leía y contestaba los innumerables mensajes
de texto que, como vertiginosos rayos de energía iban y venían por el espacio
azul-celeste en su rol de testigos inmutables
de la trama que tejían, casi determinó al Placero, a acercarse hasta Antonia
para ofrecerle algo. No sabía qué, pero algo que la ayudase en tal trance.
Al fin, su prudencia lo detuvo. Antonia había recibido en respuesta a sus
mensajes de texto, otros que sólo contenían dos palabras: ¿Por qué? Repetidas,
hasta agotar la posibilidad que ofrecía el cupo de caracteres en cada uno de
ellos. Su cabeza continuaba gacha y su pelo marrón y lacio le cubría el rostro.
Con desgano miró su reloj pulsera y dio un brinco, levantándose del acogedor banco
de madera y hierro, haciendo con sus manos, una señal.
Embargada por su
confusión inició el camino a casa, precedida por los niños en
bicicleta, rojos, de tanto dar vueltas.
Bajo la sombra cómplice
de los ligustros, aromos y palmas que bordeaban las avenidas pavimentadas de la
secular plaza, fue sorteando los espacios del sol radiante y vertical del
mediodía.
Los niños transpirados y alegres se adelantaban y marcaban la ruta de
escape hacia su cotidiano mundo.
"¿Cómo está Señora?,
preguntó el Placero con voz amable, cuando la mujer angustiada pasó a su lado,
observando sin mirar las casi ahogadas petunias de rojos colores.
"Bien, bien gracias",
respondió la mujer bajando los ojos que tanto habían llorado en silencio y
siguió con paso apurado.
"Dele mis saludos al
Ingeniero, por favor", agregó el Placero con una sonrisa. Él apreciaba mucho a
quien durante muchos años fuera su patrón.
"Se los daré a mi
esposo", agradeció Antonia, perdiéndose en las curvas de la senda que cruzaba de
N a S, la Plaza.
En el banco que ocupara
la mujer, quedó olvidado por el
descuido, su celular. Fermín se acercó a él y tomándolo con prisa, impulsado
por la avidez de su curiosidad y resguardado en su conquistado “derecho a
saber”, trató de hacerlo funcionar. Lo logró. Pudo leer los últimos mensajes de
texto no eliminados. Con gesto brusco lo arrojó al piso de lajas casi negras y
aplicando sobre el aparato, sus borcegos de trabajo, lo aplastó bajo su pies
hasta reducirlo a una masa informe de elementos electrónicos que se hicieron
añicos. Recogió lo que quedaba del celular
y lo arrojó a uno de los tantos cestos de basura que servían en la
Plaza.
Volviéndose al cantero
de petunias pasó el riego a las hortensias, que este año estaban hermosas.
Meneando la cabeza de un lado a otro, murmuró con satisfacción: "¡Mejor así!"
Hola Millz, ya estoy aquí!!
ResponderEliminarLo primero que hago es aceptar la flor de loto que nos regalas, lo segundo decirte que me alegro de que hayas rehabilitado el blog.
Un abrazo
Estoy contenta que hayas retomado el blog, siempre se vuelve a los viejos amores,¿no?
ResponderEliminarEstuve visitando Carlos Paz por una semana, está precioso!
Veo que tú continúas de vacaciones.Espero que las estés disfrutando tanto como yo disfruté de mi corto pero bello descanso.
Un abrazo, y me llevo la flor de loto para adornar mi sitio.
querida Z Millz, me alegra la permanencia del blog y la calidez que irradia, cómo dormirse sin un cuento?
ResponderEliminarun gran y fuerte abrazo, amiga!!!
Gracias, amigas. Las palabras de aliento y comprensión siempre estimulan. Un beso a las tres.
ResponderEliminarZuni, tu me ofreciste una flor de Loto y ya la tome. Gracias
ResponderEliminarMe alegro anónimo!!!
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