Alejandra Dumont





Alejandra Dumont, había sido una compañera muy cercana cuando ambas estudiábamos Magisterio.
A mí me encantaba la idea de ser maestra de la primaria. Ella la detestaba; cursaba la carrera por exigencia de sus padres y apenas la terminó, comenzó un profesorado fundándose en su educación familiar: "Ser profesora daba mayor jerarquía social", además, para el caso improbable de que tuviera que ejercer, lo llevaría mejor con adolescentes o jóvenes. 
Ésa era su forma de pensar.

Alejandra estaba parada en la esquina, con su traje gris y su cartera apretada bajo del brazo. Su otra mano sujetaba un portafolio reluciente. El trolebús se detuvo a pocos metros y la muchedumbre de adolescentes la envolvió. Sonó un estrepitoso timbre desatando en ella una taquicardia repentina. El día había llegado.
_ ¿No entra? Srta. Dumont. La sugerencia, más que la pregunta emitida por aquel hombre mayor de gruesas gafas oscuras, la volvió a la realidad.
_ Sí, Profesor, contestó Alejandra con tono de disculpa.
 Resignó su título habilitante, mientras el susurro de su necesidad la acompañó hasta el aula.

2021


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Alimento del alma

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Del pintor italiano, Charles Edward Perugini (1839-1918)