La joven mujer estaba parada con los brazos en jarra,
mirando desde el ventanal de su escritorio un horizonte no pensado, un futuro
incierto. Su cuerpo esbelto se perfilaba de espaldas, alentador.
Su falda a la rodilla tenía un tajo que mostraba parte de sus sensuales
piernas. En su salida reciente, había percibido el aire frío y húmedo de junio penetrando airosamente en sus pulmones en un suspiro profundo, tajante
como un afilado cuchillo. Unos papeles blancos que había sacado de su bolsa para leer, cayeron al suelo como escapando de la lectura. Se agachó presurosa a recogerlos,
cuando un compañero de trabajo desde el marco de la puerta, le anunciaba la hora
de salida. Agradeció el aviso, se puso su chaqueta y colgó de su hombro
izquierdo la cartera, con los papeles recogidos aún en la mano. Sus ojos
oscuros estaban enrojecidos, una lágrima resbaló de ellos, ahogándose en el
sobre, justo cerca del membrete donde podía leerse: "Laboratorio". Ese
día, Laura Vilchez, no compartió el ascensor con sus colegas. Bajó por la
escalera.
2010
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