Descriptiva del paisaje en ruta
La primera barda
volcánica se extiende majestuosa en el extenso y perfecto horizonte. La ruta
asfáltica parece treparla en el efecto que la distancia provoca y, el cielo azul
ostenta una claridad propia de una pincelada maestra del mejor pintor. La suave
ondulación patagónica distrae la visión tan abarcativa a ambos lados de la
ruta. Alguno que otro médano tapizado de una suave paja amarilla resulta
agradable en la monotonía del camino. Los caldenes poco a poco desparecen y la
carretera, con su interminable señal blanca en el medio, termina ocupando toda
la atención. En este lugar, en pleno portal de la Patagonia argentina sin que
ningún signo humano pueda desviar la observación por largos períodos, es necesario
agudizar los sentidos durante el trayecto.
De vez en cuando un
cartel pintado de verde resalta con sus letras claras kilómetros interminables
por recorrer. Y cuando la soledad se esfuma tras dos o tres vehículos que
viajan en convoy, todo vuelve a la normalidad. Entonces, una inusitada alegría
se apodera del viajero de la mano del espejismo de una inmensa laguna blanca
que brilla con el sol. El acercamiento del desplazarse demuestra, esta vez, que
el agua se ha esfumado y que el blanco de la sal se apodera del paisaje. Es
enero y todo tiene otro color aún en esta región reverdecida por una escasa,
pero benefactora lluvia.
Una inimaginable curva
de la ruta, luego de tanta rectitud, promueve una leve zozobra. Ningún cartel
señala una rastrillada, pero seguro la tierra tiene su memoria y sabe que por
estos lares, sus amos y señores de antaño, las marcaron cabalgando a pelo, en
magníficos malones que el hombre blanco no supo o no pudo comprender.
Los ojos traicionan y
se entrecierran, el sobresalto sucede y el río Colorado, turbulento después de
la crecida que revuelve su lecho bermejo, está cada vez más cerca.
Hermosa descripción de un particular paisaje, entre los tantos y variados de la Argentina, que impacta por sus soledades y enamora con sus amplios escenarios pintados con colores ocres, con sus aromas de campos vírgenes y el sonido arrullador de un viento arremolinado que nunca cesa.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Mario, tú también describes poéticamente la Patagonia argentina. Abrazo
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