Ella hubiese querido no ver lo que
vio. Tal vez si no se hubiera quedado hasta tan tarde en la oficina, trabajando
extra, no lamentaría ser testigo de tamaña escena. Le gustaban las escaleras
para llegar más rápido a la planta baja y a su favor, siempre estaban bien
iluminadas, salvo esa tarde de invierno, en la que el frío acuciaba y el
silencio hablaba de gente junto a hogares encendidos. Entre las tinieblas de
los últimos peldaños, divisó la mano de un hombre, grande, ancha, la que con
fuerza inusitada descargó un machete sobre la cabeza de la desgraciada. La
sangre saltó a borbotones y ella gritó. Su expresión de horror plasmada en el
alarido sobresaltó al asesino, quien mirándola desafiante, escondió el arma. La
mujer nunca imaginaría que Silvestre, el portero del edificio, fuera tan cruel
y, menos que matara a las ratas de esa
forma. . .
2014
Si tu no te hubieses quedado un rato mas en la oficina, tal vez no hubieses presenciado la escena sangrienta que describes en tu magnífico relato... Pero imagínate que, mientras tu bajabas esa escalera y te hubieses cruzado tu con esa rata que subía... (Ni quiero imaginar el descomunal sonido de tu alarido...!, claro que la muerte entonces del repugnante animal hubiera sido de un infarto...) Un consejo querida Zunilda?: usa el ascensor.
ResponderEliminar¡Gracias Federico! Seguiré tu consejo, ja, ja. . .Un abrazo.
Eliminar¡Me gustó! el giro final hacia la muerte de la rata me dejó encandilado, hubiera querido saber cómo terminaba la situación de haber terminado ese machete en una cabeza humana.
ResponderEliminarSaludos Enfermos.
Gracias Daniel por tu amable comentario. No, nooo llego a tanto. Un abrazo.
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