Café del Parque

 En el “Café del Parque” abundaba la buena madera de sus paredes recubiertas, el gusto por la loza y los espejos, el sonar de una música elegida sabiamente que llegaba en acordes de blues, jazz, tango o clásica. Esa tarde, un grupo de extranjeros lo visitó.

En primera escena: la bandeja redonda conteniendo dos o tres tazas de té, algunos pocillos de café y, en medio, una jarra humeante de chocolate. Alguien gustaba de él, aunque fuese verano.

En armonioso equilibrio, Félix la portaba hacia la mesa del grupo de turistas que hablaban inglés, según le aseguró su jefe. Atrás, en la barra moderna, Flavio, el camarero más joven dentro del staff del Café del Parque, hacía lo suyo.

Servía las copitas con agua helada y acomodaba las porciones de croissant y tortas rellenas de crema. Todo, era luego trasladado en su bandeja también redonda, con el mismo destino que la de Félix.

Entre los extranjeros, Amy se destacaba por su cabello rojo alborotado y sus estrafalarios lentes oscuros que ocultaban el azul de sus ojos. No era bonita pero sí, atractiva. Le había encantado el chocolate. También, y sin comentario alguno, quedó prendada del joven camarero. La atracción la ejercía el color casi marrón de la piel de Flavio.

Su pelo, rabiosamente lacio, recogido en su nuca con un delgado lazo de cuero, y su esbelta estatura, sumada a una ancha musculatura, aseguraban a quien lo investigase su origen aborigen con muy poca mezcla de sangre europea, más, si se averiguaba y descubría su procedencia, un perdido pueblito patagónico en la frontera entre las australes Provincias de Santa Cruz y Chubut, nadie dudaría que se trataba de un descendiente de la etnia tehuelche.

Al promediar la estancia del grupo, la pelirroja se levantó con dirección a la toilette. En su trayecto pasó muy cerca de Flavio y con inusitado desparpajo le acurrucó un trozo de servilleta en su mano.

Invadido por un repentino nerviosismo, el camarero estiró el papel y lo leyó: “Hotel Hamilton, habitación 514, 23 horas, Amy Gerling.”

Era enero en Buenos Aires y el calor no cejaba.

Sin embargo, esa noche después de la una de la madrugada, una brisa húmeda del Sudeste trajo alivio, al tiempo que anunciaba una tardía tormenta. Los ventanales abiertos de la habitación dejaban ondular las finas cortinas, refrescando los cuerpos entrelazados.

Bajo las sábanas blancas, la figura desnuda de la californiana se refugiaba tierna, en el cuenco amoroso que formaban los brazos del joven después del encuentro carnal.

Durante el relajado silencio de quienes tienen poco para decir, ella recordó el texto que por alguna razón había memorizado durante el tiempo de estudio de su carrera y que, en el momento invadía su mente: “. . . su enorme ancho de las espaldas, su cabeza ancha y gruesa y sus miembros macizos y vigorosos constituyen una bella raza de hombres, plenos de fuerza y vigor. . .”

Tal vez, el deseo dormido de amar a alguien así hubo de anidar desde entonces en su corazón y la vida y sus intricadas relaciones lo despertó en este viaje.

Esquivando globosas nubes, la luna pasó silenciosa por el rectángulo oscuro de la ventana abierta, llevándose consigo el secreto de la noche pasional.

Remake de "Secreto nocturno de 2017"

2021


"Los amantes"

Del pintor belga René Magritte (1898-1967)

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Del pintor italiano, Charles Edward Perugini (1839-1918)